Los fenómenos sociales y psicológicos que inciden en el proceso de formación de la historia son dignos de ser abordados y estudiados, ya que -tienen en sí mismos- características muy particulares que responden a la naturaleza, estructura e intereses humanos, los que finalmente van construyendo su realidad basada en las experiencias psicosociales de sus colectivos, grupos de influencia y personas individuales, siendo estas realidades –vividas o heredadas-. Surge así a una visión subjetiva, sesgada y por lo tanto incompleta de la realidad, la que sumado a las de otros individuos va formando este “Consenso” de subjetividades que solemos llamar “verdad/realidad/historia”.
Además de lo anterior, podemos decir que siempre la historia está incompleta en la medida en que no es posible acceder a todos los antecedentes y a toda la información, los que se destruyen, pierden o quedan ocultos al análisis del colectivo social que escribe la historia. Pero de cuando en cuando surgen nuevos antecedentes , datos o testigos que aportan nueva información extemoporaneamente y que en ocaciones hacen que tengamos que replantear nuestras consideraciones personales sobre ciertos segmentos de la realidad y/o de la historia.
En resumen, en la medida que se escribe la historia siempre va operando un proceso de distorsión de la misma la que incluso –en su interpretación- puede hacer que dos personas o familias que vivían en el mismo vecindario registren vivencias, experiencias y visiones diametralmente opuestas. Estas distorsiones no son sometibles a juicios de valor o a intenciones negativas o positivas, sino que responden a la respuesta natural y psico-cognitiva y fisiológica mediante las cuales vamos conformando nuestra historia personal, modulando la forma en la cual interpretamos y le damos sentido a nuestra realidad.
Las personas e instituciones poderosas son otro factor que incide en la distorsión de la historia, así como también los vencedores y los perdedores de turno que exacerban y minimizan la realidad, en la medida de sus creencias e intereses.
Psicosocialmente es un fenómeno que merece ser estudiado y tomado en cuenta por cada uno de nosotros. Así podremos relativizar más nuestra visión personal y poder acercarnos a comprender más la del otro que piensa distinto, no desde el odio sino que desde la empatía.
La o las historias no son la realidad.
Un chile dividido en dos ha estado presente desde los tiempos mismos de la Fundación de nuestra Nación, y la forma de funcionamiento que opera en el inconsciente colectivo de los “dos Chiles” sigue siendo el mismo hoy en día; claro, con una dinámica ajustada a nuestros tiempos, pero con la misma mecánica a la base y desde antes de 1810.
Si observamos lo ocurrido en Chile en 1891 en la Revolución de Balmaceda y analizamos las partes involucradas, sus motivos, intereses y visiones encontradas. Por ejemplo revisando lo sucedido en la batallas de Con Con y Placilla, en donde compatriotas se mataron sin piedad, mutilaron los cuerpos de sus hermanos/adversarios y cometieron una serie innumerable de atrocidades, podemos hacer un parangón respecto a cómo en reiteradas ocasiones el pueblo chileno ha arremetido en contra de sus compatriotas dividiendo-se entre “buenos” y “malos” y cometiendo atrocidades en contra de sus propios compatriotas.
Durante esos años hubo familias separadas, el país se dividió en dos, hubo complots internos por parte de los actores de turno, los que respondieron a intereses personales y no al bien colectivo. En fin, al conocer esto hechos no se puede dejar de evocar lo sucedido entre 1970 y hasta el presente, y ver cómo parte de la historia se repite, en otro contexto pero representando el mismo espíritu.
Durante esa época (1891), una cosa que llama la atención es que, pese al horrible evento ocurrido y sus impactos en el pueblo chileno, una vez pasado un corto tiempo –sólo 7 años- se sobrepone Chile a través de la amnistía total y el reencuentro de las partes.
Lo anterior hace notar que la separación que sufre Chile hoy, encarnado en cada uno de sus ciudadanos, se ha mantenido vigente por un período mayor a 40 años. En un principio se puede pensar que podría devenir del fenómeno de la globalización y después de reflexionar un poco al respecto se cae en el hecho de que los efectos de la conectividad y la información hacen las veces de un cono de resonancia de las intenciones que allí plasman las personas, tanto las comunes como las poderosas y tanto los individuos como los grupos, tales como: empresas, partidos políticos, instituciones del estado y el mismo presidente de turno -entre otros- lo que implica que los canales de entrada para mantener de forma sostenida un programa de propaganda que mantenga abierta la herida es mucho más factible hoy en día que hace un siglo atrás. De todas formas, hay que considerar que 40 años sigue siendo mucho tiempo y que los únicos perjudicados serán los chilenos que están por venir.
Una de las consecuencias que tiene la mantención de esta condición, aparte de mortificar a los chilenos, es que opera como una plataforma que genera beneficios a los poderosos, de todos lados y de izquierda a derecha. Algo así como una mezcla de los pollos de las avícolas, que mientras más estresados están más huevos producen y los fanáticos del futbol, siendo capaces de acuchillarse entre ellos por su equipo, al que siguen ciegamente. Esto a mi gusto demuestra la necesidad colectiva de tener un sentido de pertenencia tan férreo que incluso nos puede llevar a odiar y separarnos del “otro”.
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