Nací después de 1973 y desde muy pequeño me llamaron la atención varias cosas que ocurrían a comienzos de la década del 80, como por ejemplo cuando le pregunto a la madre de un compañero de cuarto básico ¿Qué hay que hacer para ser presidente? Respondiéndome ella, Tienes que ser militar, respuesta que a esa corta edad no me hizo sentido.
Desde pequeño escuché a mis padres lo nocivo y dañino que fue el gobierno de Allende y la Unidad Popular, todo lo que sufrieron y lo que tuvieron que hacer. Por ejemplo irse a trabajar como operarios a EEUU o tener que comprar mercadería a precios exorbitantes y pasar frio y hambre.
Además escuche de las personas que habían sido torturadas o desaparecidas, separadas entre las que participaron en los altercados y los inocentes que sufrieron los embates de un período doloroso y confuso para nuestro país. En fin, tuve la oportunidad de escuchar las historias de ambos «bandos» dado que pese a la orientación definida de mis padres, siempre tuvieron amigos y personas cercanas que pensaban diferente o que, derechamente habían vivido otro tipo de experiencias durante la unidad popular y el período posterior de «gobierno» o «dicatadura» militar, como prefieran llamarle.
No pude dejar pasar el hecho de que las vivencias de las personas hayan sido tan distintas. Desde los que no les faltó nada en la unidad popular y que vivieron un período glorioso de Chile, con igualdad, equidad y oportunidades para todos, otros que fueron perseguidos por la UP por su condición de «Momios», otros que pasaron hambre y escasez, que sufrieron las colas, las esperas y el mercado negro. Los que vieron una inflación descontrolada y armas rusas entre sacos de azúcar en el sur de Chile y que defendían sus aserraderos negociando con el «comandante Pepe», las personas a quienes les «tomaron» sus negocios o sus campos, otros que fueron quienes les asignaron tierras, etc. En resumen un pueblo que había vivido una realidad bipartida y diametralmente opuesta en algunas ocaciones ¿Es posible afirmar con total certeza que algunas de estas personas mienten? Por lo menos las que yo he conocido no, ya que he escuchado relatos convincentes y sufridos por personas que fueron testigos presenciales y/o protagonistas de esos 20 años de historia.
Sería muy soberbio y sesgado desde las propias creencias, decir que algunas de estas personas a las que describo inventó una realidad «aparte» o que mienten por motivos personales. Prefiero abrir mi mente a sus relatos y darlos por ciertos y centrarme en este fenómeno de la dualidad de experiencias vividas por Chile en ese período y centrarme esencialmente en los impactos y efectos que ha tenido en nuestra población al día de hoy, más de cuatro décadas después.
Dentro de mi vago conocimiento de la historia del Presidente Allende, la Junta de Gobierno y el General Pinochet, nunca tuve en mis recuerdos al General Gustavo Leigh Guzman, dado que para 1978 tenía sólo 4 años. Tengo algunos recuerdos lejanos y el nombre me sonaba, pero oficialmente en mi cabeza el general a cargo de la FACH y como miembro de la Junta de Gobierno era el Sr. Matthei.
Al comenzar a conocer la historia del General Leigh comencé a adentrarme en el psiquismo de una persona de convicciones, un patriota, que estuvo consciente todo el tiempo – casi desde la Formación de la Junta de Gobierno- que los cielos futuros no serían tan claros, sino más bien sumidos en un extenso período temporal de sufrimiento y tensiones para su pueblo y su país. Me encontré con un hombre que amaba a su país, un republicano que se vio obligado a liderar su institución durante un período muy álgido y tempestuoso.
Al adentrarme en la historia oculta y escuchar sus grabaciones, revisar su historia, entender el origen y embergadura de su patrimonio, sus amistades, gustos, convicciones y hobbies, conocer las vivencias y experiencias de su familia, acercarme a sus pensamientos más internos –esos que quedan en el seno de los más cercanos- y en fin, al adentrarme en una historia olvidada, descubrí a un gran hombre que estuvo dispuesto a quedarse en su sitio y tratar de influir en las decisiones –que él consideraba incorrectas o inconstitucionales- en contra de sus camaradas de armas, los mismos con los que conformó la Junta de Gobierno y con los que tomó la difícil decisión que se plasmó finalmente el día 11 de septiembre de 1973.
Conversando con personas afines a partidos de izquierda, incluso con dirigentes gremiales que vivieron esos tiempos, me encontré con una apreciación que difería del común de los otros dos miembros de la Junta y del autonombrado Presidente Pinochet. Las consideraciones y visiones de estas personas reconocían en ciertos gestos, acciones y características personales del General Leigh que esbozaban una figura más justa, valiente y proba; sin dejar de reconocerlo como el principal gestor –en términos de la toma de la decisión- de lo ocurrido el 11 de septiembre de 1973 y como “el duro de la Junta de Gobierno”en cuanto a la depuración de la infiltración que sufrieron las Fuerzas Armadas durante esos años.
Algunas personas más afines a Pinochet le dieron el título de “Traidor”. En este punto me detuve por más tiempo y reflexioné desde la lógica y el paradigma castrense.
Claramente, en ese mundo traicionar a tus pares, superiores o a la institución es sentido como una de las peores afrentas. La deslealtad la traición y la cobardía son los estigmas que caen a quienes incurren en este tipo de actos, pero habría que preguntarse ¿En qué contextos opera este deber moral? Bueno, es parte del espíritu de cuerpo que se provoca por el alto grado de camaradería que se da entre sus miembros, condición indispensable en la batalla. Sin embargo a lo anterior, este principio opera en la Lid y no ante la corrupción, los abusos, anteposición de intereses personales, acciones en contra de los derechos humanos y otras derechamente en contra de la Constitución.
Volviendo al hecho de la traición a los camaradas -en este caso de la Junta de Gobierno- rápidamente me di cuenta que los motivos internos del General, demostrado en la acción de quedarse dentro de la Junta, así como oponerse férreamente a decisiones obtusas que de ahí surgían –incluso implicando esto el aumento de la enemistad por parte de sus pares- y de insistir el temas tan cruciales como el modelo social /económico, la deposición del estado de sitio (toque de queda), el respeto de los poderes del estado, entre otros, respondía a su sentido de responsabilidad y patriotismo, teniendo en claro que su ruptura temprana traería consecuencias no deseadas, como la pérdida de control ante la idea delirante de poder absoluto que Pinochet mostró casi desde un principio y su afán paranoico, megalómano y despiadado respecto a la represión que ejerció al pueblo de Chile de forma innecesaria y prolongada. Esto no quiere decir que el país haya mostrado un estado de funcionamiento normal durante esos años, sino que había formas más efectivas y que causarían un deterioro social menor.
Una de las cosas que más me llamo la atención respecto a la relación que tenía Leigh con Pinochet fue la sutileza y la psicología con la que Leigh abordaba a Pinochet, como lo haría un mediador persuasivo ante un adolescente obtuso que, ante el sólo hecho de que Leigh le presentara una línea de acción, Pinochet automáticamente se orientaba a lo contrario, casi desde un celo infantil y correspondiente a un mocoso malcriado.
En estas cintas alrededor del año 1975 se escucha al General Leigh presentar una clase magistral respecto a la condición del País, del estado de sitio, de los detenidos sin razones aparentes que no son procesados o procesados de forma tardía, del trato de la prensa extranjera, de la posibilidad de que funcione una especia de «espacio» de encuentro con representantes civiles, al entrada de veedores extranjeros y otras medidas que iban orientadas a ir deponiendo el Estado de Sitio y la represión que existía de base en esos días. Después da una exposición al detalle del estado económico interno y externo, detallando cada uno de los rubros y sus problemas, haciendo presente el estado de sufrimiento del pueblo, incluso de las personas que participaban en las fuerzas armadas. En fin, tratando de interceder por la primacía de la razón por sobre las convicciones. Una cosa que me llamó mucho la atención de la cinta aquella, es que muchas de las medidas y acciones propuesta por Leigh en esa reunión de la Junta, y que fueron desestimadas en su totalidad, son las que Pinochet aplicó casi 10 años después. Con esto no quiero decir que el General Leigh era un genio que se adelantó a su época, si no más bien que él mostraba una intención de mejorar al país en el menor tiempo posible, minimizando los impactos sociales negativos y restableciendo la democracia en el menor tiempo posible.
Todo esto tuvo un costo personal, familiar y profesional que él estuvo dispuesto a afrontar, teniendo claro que lo que le tocó vivir era «una de las situaciones más difíciles que ha experimentado un comandante de la fuerza aérea desde su fundación».
En este sentido, la valentía que se debe tener para ir en contra de tus pares y de toda la corriente del ambiente que le circundaba, debe ser la que se despliega en hombres heroicos y con convicción, siendo este acto el ir en contra de sus camaradas cuando ellos no supieron propiciar el bienestar colectivo a su nación y a su patria. A mi gusto un acto desinteresado, peregrino y poco razonable a ojos de una persona común.
El amor que tenía Leigh por su país y por su gente era genuino, por esta razón sus cintas de audio y el cúmulo de documentos que guardó no salieron nunca a la luz pública, pese a que su imagen y reputación fueron cuestionadas y ensuciadas en mentiras y aprovechamientos. La razón por la que decidió no hacerlo fue desinteresada e incuestionable. Por el hecho de que su país había sufrido por muchos años y una acción así no hubiese ayudado en nada en esos días –desde 1978 hasta su deceso-.
En el recorrido de esta parte desconocida de la historia reciente de nuestro país me encontré con acciones, personas y anécdotas increíbles, acciones honorables y otras despreciables. Aquí se muestran facetas desconocidas de muchos personajes críticos en el desarrollo de los hechos y se plasma la dinámica tensa y complicada que se vivía en los espacios más secretos de la Junta de Gobierno.
Independientemente del color político y de las apreciaciones personales de cada uno, considero que el contenido de este libro cumple con dos objetivos principales. El primero es dar a conocer una parte secreta de nuestra historia, la que reivindica a algunos y descubre a otros. El segundo es invitar a los chilenos a esforzarnos e ir –incluso- en contra de nuestras creencias personales y adoptar el desafío de trabajar en conjunto por una reconciliación verdadera y definitiva, dejando de lados los devenires de la soberbia y el ego, así como lo hizo el General Gustavo Leigh Guzmán siendo capaz de integrar las visiones de ambas partes pese a sus diferencias, en pos del bienestar del país, más allá de las convicciones personales y colectivas.
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